30/3/09

OPINION

Cuando el Ser Argentino es una desdicha




Abel Posse escribió alguna vez: "En 1880 todavía el indio guerreaba por la provincia de Buenos Aires y quebraba las frágiles fronteras de Salta y del Chaco. En 1913 inaugurábamos el subterráneo a Primera Junta, uno de los primeros del mundo. En 1930 Buenos Aires tenía fama por su noche infinita, por la elegancia de sus mujeres y sus palacios. Pertenecíamos aI puñado de naciones ricas del globo, el G7, que entonces no existía. En octubre de 1945 nos permitiríamos un ritmo de democratización social. (...) Argentina surgió al mundo en pocas décadas más rápidamente que Canadá y casi como Israel (con todo el apoyo mundial por su posición geopolítica)." Pero eso quedó atrás y el autor escribe qué ocurre hoy día:

Autor: JORGE HÉCTOR SANTOS
Resulta muy difícil para un extranjero poder comprender cómo un país que tiene de todo y para todos, se encuentre tan mal. El país de Diego Maradona, Susana Giménez, Marcelo Tinelli y Valeria Mazza. El país de la gran pampa húmeda, de los glaciares, de las Cataratas. El país de la mejor carne y del excelente vino. El país de la avenida más larga y de la avenida más ancha del mundo. El país exportador de jugadores de fútbol. El país de tantos privilegios naturales se confunde con el otro país.
El otro país acumula

> más de 13 millones de personas que viven en la pobreza extrema,
> los comedores de las parroquias vuelven a tener una cantidad de hambrientos como en la crisis de 2002,
> el dengue, una de las enfermedades de la pobreza, se ha convertido en epidemia,
> la lepra, otra de las enfermedades de los pobres, ha vuelto a decir presente en el Hospital Muñiz.

Si en Juncal y Libertad, barrio de clase media alta/ alta argentina, recién en 2009 se está instalando gas en una escuela del Gobierno de la Ciudad, ¿qué queda para los establecimientos escolares del interior suburbano y rural?

Esa es la realidad del otro país que muchos no quieren ver, que otros no pueden ver, que otros ignoran; que los medios masivos, en general, deciden no exhibir; los gobernantes provinciales tratan de ocultar y los gobernantes nacionales lo visitan, en tiempos de elecciones, para anunciar obras públicas que nunca se concretarán.
Esos dos países diametralmente opuestos coexisten de una manera muy desigual.

La mayoría del país está del lado de las necesidades humanas no satisfechas para alcanzar una vida decente. Cada vez menos pueden tener acceso a las condiciones de vida apropiadas para tener una vida como debería ser vivida en una nación rica pero con un pueblo, mayoritariamente, privado de requisitos elementales para una apropiada subsistencia.
Ese país de los que no pueden (en distinta medida) se entretiene con la televisión de Tinelli y de Susana, con los gestos ostentosos de Maradona dirigiendo a jugadores millonarios que necesitan súplicas para que corran en los partidos donde tienen el honor de integrar la selección nacional.
En ese país de los que no pueden (en distinta medida) son muchos los chicos y adolescentes que no pueden estudiar por falta de dinero. También, son muchos los que estudian y no tienen futuro por falta de salida de laboral. Con la suma de ambos tipos de jóvenes sin rumbo se alimenta la resignación, la bronca y, encuentra marco propicio la droga, entre otras adicciones.
En ese país de los que no pueden (en distinta medida) los gobernantes cultivan la corrupción, robando dineros públicos que deberían ser utilizados para que menos argentinos sufran.
En ese país de los que no pueden (en distinta medida) son muchos los empresarios que lucran con el gobierno para beneficiarse con los dineros públicos -otro ejemplo más de corrupción- que debería ser destinado, entre otras cosas, a darles futuro a los jóvenes.
En ese país de los que no pueden (en distinta medida) los gobernantes ignoran hasta lo imposible. El ejemplo más reciente es la inseguridad. En el mismo mes hacen anuncios de incorporación hasta de de policías exonerados para un nuevo plan oficial de seguridad -otro anuncio más para mostrar que se intenta hacer algo con miras a no perder votos-.
En ese país de los que no pueden (en distinta medida) en el mes de marzo de llamar a la inseguridad una sensación o un flagelo incentivado por la prensa, se pasa a sacar a efectivos de la gendarmería para enfrentar la delincuencia.
En ese país de los que no pueden (en distinta medida) la presidenta ignora la inseguridad en su discurso ante el Parlamento el 1° de marzo y el día 26, del mismo mes, anuncia la incorporación de 4.000 policías retirados, 1.500 gendarmes, 500 nuevos patrulleros y 5.000 cámaras de video para reforzar la prevención del delito.

Ese es el país donde esos anuncios ya tenían publicidad (electoral) el día 28 de marzo en la estática del estadio de River Plate, cuando Argentina enfrentó a Venezuela.
En ese país de los que no pueden (en distinta medida) las estadísticas de inflación, pobreza, etc. se adulteran por el propio gobierno que administra el Estado por delegación del voto popular. Por lo tanto, bien el gobierno nacional podría decir que la verdadera inflación -no la que K cocina a su gusto- es una sensación.
En ese país de los que no pueden (en distinta medida) los padres de los jóvenes muertos en Cromañón, por corrupción oficial, parecen gozar de un sufrimiento mucho menos trascendente para el gobierno nacional que las madres de los jóvenes muertos por guerrilleros en la década del '70 o los jóvenes muertos por inseguridad en los tiempos presentes. La diferencia de trato es elocuente.
En ese país de los que no pueden (en distinta medida) los derechos humanos son para los jóvenes muertos en los '70, no para los que mueren de hambre, drogas, alcohol y otras adicciones, en estos tiempos.
En ese país de los que no pueden (en distinta medida) resulta una desdicha de ser argentino, cuando todo debería estar dado para que ser hijo de esta tierra fuese un privilegio. La desdicha de ser argentino radica en un presente desolador y la inexistencia de un objetivo de futuro.
Mientras tanto, en ese país de los que no pueden (en distinta medida) se sigue entonando “Sean eternos los laureles que supimos conseguir…”. Otros hombres probos de una Argentina meritoria los supieron conseguir, esos cuyos rostros, ahora, pretenden ser reemplazados de los billetes de la devaluada moneda nacional.

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